miércoles, 22 de septiembre de 2010

Contexto político en Argentina. Per obese jose

El devenir de la política en la Argentina está marcado por las elecciones presidenciales de Octubre de 2011.

En ese momento, o en el posterior ballotage, encontrará su síntesis dialéctica, la resolución parcial de las contradicciones planteadas desde que se abrió la caja de Pandora con la batalla de la 125 .

Acierto o error político táctico de nuestro gobierno, o una mezcla de ambos factores, ese nudo socio-histórico-político desató la acción de los sectores más reaccionarios y conservadores de la estructura social argentina, liderados en primera instancia por la neo-oligarquía asociada con el bloque hegemónico de capital concentrado, ganadores de la etapa neoliberal. Para cierta sorpresa de propios y extraños, los enemigos de las políticas de Estado de carácter nacional y popular ( aunque más o menos limitadas) , tomaron conciencia de que “se puede” voltear a este gobierno y por sobre todo a este modelo, que con acierto consideran lesivo a sus intereses esenciales. No es que a partir de allí estemos discutiendo por un poco más o menos de democracia o un poco más o menos de distribución de la riqueza. Por distintos factores terminó transformándose en un combate de fondo. Quizás a pesar de las voluntades explícitas de los actores sociales intervinientes.

Estamos discutiendo, combatiendo, por dirimir, qué sector social diseñará el desarrollo y el devenir nacional en el corto y mediano plazo.

Es por ello que no parece tiempo de neutralidades progresistas perfumadas o mentoladas, en aras de una mal-entendida independencia de criterio.

Es tiempo de jugarse y poner el cuerpo.

El famoso sector progresista que rompería el bipartidismo dominante desde hace 6 décadas, no tiene que construirse. Ya se está construyendo, y, con aciertos y errores es el que está manejando el aparato del Estado.
Parecería que el mapa político argentino esté dividido en tres tercios. Esto puede corresponderse al resultado estadístico de las legislativas del 28 de Junio de 2009.

Pero las presidenciales son otra cosa.

Para decidir quién ejercerá el Poder Ejecutivo, hay que considerar  qué sector del mapa político tiene verdadera capacidad transformadora.

Si bien los actores con posibilidades de acceder al triunfo pertenecen  al pan-radicalismo o al pan-peronismo, hay sólo un sector que posee esa capacidad transformadora.

Porque el pan-radicalismo hace rato que ha perdido la capacidad transformadora que en tiempos de don Hipólito supo llevar a cabo. Con Raúl Alfonsín tuvo su canto de cisne “progre”, pero hasta ahí nomás llegó. Entre las felices pascuas y el pacto de Olivos, dio digna? sepultura a la mencionada capacidad. No es que los radicales sean incapaces de tener la fuerza necesaria para gobernar, sino que han devenido en sólo una cáscara vacía detrás de la palabra democracia  (el consenso por sobre todo), que más que moderación sólo se concreta en reiteradas rendiciones incondicionales al poder hegemónico. Ver De la Rúa.

A pesar de rosadas ilusiones, a las que son tan afectos algunos sectores de las capas medias, lo que está ahora en juego es el lucha es entre el “mercado” y el pueblo, cuya principal herramienta es el Estado. Ver la cuestión de la participación obrera en la ganancia de las empresas: Para los grandes patrones la constitución y las leyes a favor de los trabajadores, constituyen “inseguridad jurídica”.
Del pan-peronismo ha surgido el kirchnerismo.

El Kirchnerismo es la expresión confusa y magmática, es la superación dialéctica  en construcción, del movimiento nacional peronista como el más importante hito del movimiento nacional y popular.
O sea, ese pretendido tercio, que sumado al otro tercio del llamado peronismo disidente o federal, conformaría el pan-peronismo, no admite tal sumatoria... Sólo la abdicación y la traición de algunos podrían hacer engrosar penosamente las filas de los restos reaccionarios y derechistas de esos dinosaurios conservadores populares, todavía enquistados en algunas expresiones del pejotismo.

Nosotros tenemos, a pesar de todo, el aparato del Estado. Sostenerlo y ampliar su intervención debe ser nuestro objetivo táctico principal.

La parada es brava.
Hay que jugarla. 

martes, 21 de septiembre de 2010

"Introibo ad altare patriae"

La referencia que denota  este extraño título no es casual.

Si la frase, en especial el adjetivo que la encabeza, remite a la poesía valiente del compañero Víctor Heredia,  nos sea permitido parafrasear, en sentido inverso, aquel significante.
Desde aquella esperanza que late en esa canción, después de detallar los horrores del proceso militar cínicamente completados por el menemato, ahora corresponde detallar los logros del campo nacional y popular, no sólo en nuestra querida patria, sino en la mayor parte de la hispano-luso América.

El devenir político de Venezuela, Bolivia y Ecuador, acompañados por Paraguay y Uruguay, bajo el tácito paraguas del Brasil de Lula, se hermanan con las políticas de Estado de nuestro gobierno.

Que Néstor Kirchner sea el secretario general de la UNASUR no es caprichoso ni casual.
No estamos recorriendo la ancha geografía de la Patria Grande “a paso de vencedores”, pero sí con el andar firme y alegre de los militantes de la causa nacional y popular.
El imperio y sus cipayos locales han tomado debida nota de la situación y están actuando en consecuencia.

Es de notar que, después de los terribles ciclos de las dictaduras cívico-militares, el liderazgo de estos grupos de capital concentrado, que pugnan por desactivar nuestros avances, es ejercido por los grupos económicos concentrados que, además, manejan medios de comunicación masiva.

Es por ello que la lucha ha tomado este particular cariz de disputa por la conformación y el control del imaginario social colectivo.

En cierto sentido, se podría decir que estamos en una cierta fase “gramsciana” de una particular etapa de la lucha de clases.

La notable virulencia que posee este aspecto de la coyuntura se evidencia con fuerza en Venezuela y la Argentina, pero es común a todos los gobiernos con orientación nacional y popular de la región.

La paradojal reactivación de las economías nacionales que se ha iniciado y se sostiene por la aplicación de políticas económicas redistributivas, ajenas a las recetas neoliberales ortodoxas, han puesto en evidencia la capacidad transformadora de la política, controlando y regulando al “mercado”.

El aumento de la demanda de materias primas (comida) a escala mundial favorece claramente el desarrollo económico de la región; y todo permite suponer que esta situación no sólo se sostendrá sino que,  además, se incrementará. A  esto se refirió cierto desgastado ingeniero cuando explicitó sus deseos de tirar por la ventana a alguien para poder subirse a un cierto tren que volvió a parar en la estación “Argentina”. Claro que ese abordaje está pensado para repetir el modelo de la generación del 80, que hizo muy, muy ricos a unos pocos y mantuvo hambreadas y sometidas a las mayorías populares.

Estos gobiernos y sus respectivas bases de apoyatura social están haciendo importantes esfuerzos para invertir en educación, para sostener y desarrollar políticas de Estado de inclusión y equidad educativas, parte sustancial de lo que nosotros denominamos, con toda justicia y razón históricas, “justicia social”.

Desde nuestra condición de educadores comprometidos con la causa nacional y popular, resulta evidente que es necesario redoblar nuestros esfuerzos para sostener, difundir y ampliar en el espacio de nuestra Patria y de la Patria Grande toda, las iniciativas de educación popular que apunten a estos fines sintéticamente descriptos.

II- ¿Y por casa cómo andamos?

A fines de Octubre de 2011 habrá elecciones presidenciales, y en ellas, como en otros momentos de nuestra historia, el pueblo, los ciudadanos, elegirán entre dos modelos de país.
No entre dos o más grupos políticos auto-propuestos para gestionar el Estado, de manera más o menos subordinada a los intereses y deseos de los grandes grupos económicos locales, las empresas multinacionales ( en especial las del sector cuasi-mafioso financiero), todos ellos abroquelados en la sombra guía y protectora del Departamento de Estado para América Latina del gobierno de los Estados Unidos, sino entre algunos candidatos que terminarán realizando una síntesis pantagruélica de sus ambiciones y egos, pero siempre al servicio de los intereses antes descriptos, y una fórmula presidencial síntesis de nuestro modelo de país, de nuestro proyecto, latinoamericanista, nacional y popular.

En términos generales, se puede observar que la vorágine que afectó a las estructuras políticas tradicionales desde el 2001 ha derivado en dos grandes espacios políticos a los que, genéricamente y con perdón por la excesiva simplificación, se puede denominar como “pan-radicalismo” y pan-peronismo”.
A nuestro juicio, y con los riesgos aceptados que implica hacer una especie de futurología, el pan-radicalismo ha encontrado su fórmula-síntesis, a saber: Alfonsín-Binner. Y sus chances son de consideración .

Apellido, más cierto tufillo progre heredado, más la reconocida parsimonia y respeto “por la democracia”, acompañado por un socialista ( prolijo, no roban, Palacios), dueño de una actitud de “consenso y diálogo”, en el imaginario de amplias capas de las clases medias de las grandes ciudades y en los pueblos de la argentina profunda, más la posibilidad de resolver satisfactoriamente la cuestión del campo, para los abundantes sojeteros urbanos, le dan a esta fórmula serias posibilidades de ganar las elecciones. “Al viejo le hicieron un  golpe de mercado, vamos a darle otra chance a este”.

Los progresistas mentolados de variopintos pelajes gustan de auto-engañarse con una buena elección de Pino, en camino a alcanzar el poder político en el 2015, sin advertir que, objetivamente, como ha pasado, van a terminar favoreciendo a la derecha. En realidad, ya lo están haciendo.

Nuestro inventario: El PJ, presidido por Néstor Kirchner en la Nación y por Hugo Moyano en la Provincia de Buenos Aires (en cuyo conurbano está la verdadera y definitiva batalla), es un armado inestable de caudillos locales, aferrados con pasión a sus munícipes sillones, y sin demasiados pruritos ideológicos, que rápidamente modificarán si les es conveniente para seguir controlando sus adorados chiqueros chicos.

Los PJs. tradicionalistas acompañan al macho que conduce la manada, pero con cierto asquito. Hay otros jefes más tradicionalistas, más católicos, que resumen su nacionalismo con un cuadro de Rosas en sus despachos, y que en muchos casos, no en todos, exhibirían, si no fuera de tan mal tono, el retrato de cierto enfermo de particular bigotito.

En eso se sintetiza su nacionalismo, adobado con bellas convicciones acerca de la vigencia de “Los protocolos de los sabios de Sión”, más la sinarquía judeo-masónica.
Ahora, si hubo que apoyar un nacionalismo un poco extraño como el de Menem, lo hicieron sin hesitar.
 En cuanto a su sentido de lo popular, quedó sepultado en los litros de whisky, las minas y la guita que el ejercicio noble de la política y el sindicalismo les deparó.
A lo sumo condescenderían a implementar planes de ayuda focalizados para contener a la gilada, y a eso ellos le llamarían “justicia social”, y se llenarían con fervor los pulmones y la boca cantando la marcha correspondiente.

Los movimientos y organizaciones sociales vienen a resultar, en este sucinto informe de situación, un archipiélago de islas, islotes o islitas, tal como explica el compañero Norberto Galasso, que al igual que la fragmentación social y el ataque a la cultura del trabajo, que devino en remiserías y maxiquioscos como inversión indemnizatoria, exitosamente logradas por la dictadura militar y las políticas neoliberales, también tiene su correlato en los maxi-quiscos políticos, que cada dirigente popular construyó en la resistencia al neo-liberalismo. Si el PJ tradicional carece de discusión política, vaciado de contenido ideológico y vida política interna, preso de consignas-cáscara como “las 20 verdades” o la “doctrina”, la democracia popular se ejerce en las complicadas y confusas relaciones entre los maxi-quioscos del campo nacional y popular, que padecen un horror histórico a conformar estructuras políticas organizativas tradicionales, ante la posibilidad de que cada cacique, caciquito o capitanejo vea cuestionado su reino ratonil.

Esto se traduce en el odio a las “orgas”, la estructuración por espacios con “referentes” puestos por el correspondiente cacique, caciquito o capitanejo.
De la compulsa tragicómica con los “troskos”, se evita prolijamente el modo asambleístico y la “consulta a las bases”, básicamente por la misma razón que se evita la estructuración organizativa, propia de un partido político.

De tal modo que la democracia popular se ejerce, volis nolis, con las consabidas tensiones y pujas internas, que en muchas ocasiones no van más allá de lograr la suplencia tercera de la comisión de la cooperadora.

Sin embargo, y a pesar de este cuadro, que no deja de tener cierta gracia y ternura por su inocencia, es en estos espacios donde radica el verdadero sostén ideológico y político del proyecto nacional y popular.

Es lo que hay.
En definitiva, la suerte de la continuidad de nuestro modelo de país, de lo que ahora se encarna en el kirchnerismo, está sujeto a estos combates y a otros que no mencionamos en estas notas.

Es posible pensar que nuestra suerte está atada a dos sectores: el conurbano morocho, en el que palpita la contraclase sesgada de la patria sojetera-mediática-financiera, y los bolsones de almas bellas del progresismo mentolado. Los primeros,  los compañeros del conurbano entre los cuales se debe intensificar el trabajo de formación de conciencia política, y los segundos, los progres sensibles, a los cuales, apelando a su relativa inteligencia, hay que dirigirse con toda intensidad de manera seis-siete-ochística.

La medianoche del último domingo de Octubre, deberemos empezar a pensar en la titánica tarea de construir más fuerza para poder sostener otros cuatro años a nuestro gobierno, o (Dios no lo permita), reorganizar la resistencia…otra vez.

Grupo Arturo Jauretche

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